Identidad Nacional y Paisajes Peruanos

 

Jorge Wiesse-Rebagliati, Professor at the Universidad del Pacífico, examines the search for national identity by the Peruvian José de la Riva Aguero through his travel accounts through the Central Andes in 1912

 

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No es una singularidad que un escritor  intente extraer conclusiones acerca de la psicología de un pueblo a partir de la contemplación de los paisajes de su territorio. Lo hicieron los escritores de la generación del 98 española, luego que la derrota militar por los Estados Unidos los volviera conscientes de una crisis que los obligó a buscar las fuentes de su identidad. A su manera, la “ciudad letrada” peruana respondió a la crisis que supuso la derrota del Perú por Chile en la guerra del Pacífico o del Salitre (1879-1884) también cuestionando o proponiendo una identidad nacional. Tanto las invectivas de Manuel González  Prada (1844-1918) como Paisajes peruanos, el libro de viajes de José de la Riva-Agüero y Osma (1885-1944),  pueden comprenderse mejor si se incluyen en ese contexto.

Paisajes peruanos relata el viaje emprendido por Riva-Agüero, en junio de 1912, por los Andes centrales del Perú.  Lo inicia en el Cuzco, sigue por Apurímac, Andahuaylas y Ayacucho, y termina en Huancayo. Como los clásicos relatos de viajes, así caracterizados por Luis Alburquerque, el libro de Riva-Agüero  es una narración factual (no fantástica), predominantemente descriptiva  y –por lo menos intencionalmente- objetiva. El procedimiento narrativo resulta elemental: el narrador pasa por diferentes lugares y consigna sus impresiones. Los topónimos (nombres de lugares) se tematizan (o sea, se constituyen en foco o tema de lo que se está diciendo) y se expanden más o menos. Tales expansiones son ensayos o exhortaciones, evocaciones históricas, descripciones etc.  Estas últimas están especialmente elaboradas. Las expansiones se imbrican en el relato del viaje con absoluta naturalidad.

Originalmente, quizás con la intención de inspirarse en el modelo de Por tierras de Portugal y de España, de Miguel de Unamuno, Riva-Agüero tituló su libro Por tierras del Perú y Bolivia. Sin embargo, consideraciones histórico-patrióticas lo llevaron a barajar otros nombres. Riva-Agüero, seguidor en esto del Inca Garcilaso de la Vega, creía firmemente que, con la española,  la nacionalidad fundadora  del Perú era la quechua, y un monumento tan importante como Tiahuanaco, actualmente en Bolivia, habría por lo menos problematizado ese convencimiento,  pues habría desplazado el origen a lo aimara. Por ello, a pesar de haber viajado por Bolivia y por Puno, decidió empezar su libro con el Cuzco. Sorprenden en el libro la riqueza de géneros textuales, el fino trabajo de la perspectiva y la combinación de ambos para crear sentido. Por ejemplo, en el primer capítulo. Respecto de este, llama la atención que empiece con un “partir” más que con un “llegar”. El narrador recorre primero un Cuzco en decadencia: “callejas de escalones, solitarias, deshabitadas” y barrios “de mezquinas viviendas y corralones”. Sin embargo, la perspectiva cambia al llegar a lo alto, a la apacheta  (un lugar sagrado) de Urcoscallan, donde –según testimonios del cronista Cieza de León- los indios que caminaban hacia el norte, hacia el Chinchaysuyu (una de las cuatro partes del Tahuantinsuyu), miraban hacia el Cuzco y alzaban un gran alarido.

En este punto, Riva-Agüero contempla, casi como en una epifanía, el anfiteatro de los cerros que rodean al Cuzco y, hacia abajo, las bellezas de la capital incaica y sus monumentos virreinales: ahí se le aparece la idea de la “peruanidad integral”, la unión de lo indígena y lo español, la naturaleza y la historia. El resultado se acerca más a un mito patrio que a una reflexión histórica y con él Riva-Agüero parecería querer destacar la importancia de la visión. El escritor limeño ha visto en ese punto lo que cronistas e historiadores no apreciaron. Y de esta manera, considero que, siguiendo lo planteado por David Brading, Riva-Agüero se convierte en el historiador nacionalista romántico a la manera de Michelet y Carlyle que él mismo echaba de menos en la historiografía peruana. Se entiende así que el “partir” del Cuzco remite a una visión retrospectiva simpatética que interpela espacios densos de historia  (se “llega” a una naturaleza  ahistórica; se “parte” de una naturaleza que dio cuenta de sí a alguien que ya sabía de ella por crónicas u otros relatos). No es la única manera en que Riva-Agüero maneja las crónicas: en el capítulo II, la batalla de Jaquijahuana (9 de abril de 1548) es tratada positivistamente; en el capítulo IX, la batalla de Chupas (16 de septiembre1542) es narrada como una epopeya o una novela de caballerías. Considerando su especificidad retórica, podría sostenerse que el texto del capítulo II que se refiere a la batalla de Jaquijahuana se dirige a un auditorio universal. En cambio, los textos de los capítulos I y IX (la epifanía mítica de Riva-Agüero y la narración heroica de la batalla de Chupas) se dirigen a un auditorio particular. Y, correspondientemente, son producidos por dos clases de emisores. El primero es un historiador positivista que pondera datos, los contrasta con la realidad que está ante él y extrae conclusiones de valor universal que pretenden la aceptación de una comunidad universal (la Ciencia, la Historia). El segundo es un escritor peruano, un hijo del Perú, que se dirige a un auditorio compuesto por sus compatriotas, en un conjunto ya definido en el prólogo a la segunda parte de los Comentarios reales de los incas por el Inca Garcilaso de la Vega: “los indios, los mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo imperio del Perú”.

 

This text is a summary of Jorge Wiesse-Rebagliati’s paper presented at the Latin American History Seminar on 29 January 2020